El río Bogotá ha sido testigo de nuestra historia, ha alimentado nuestros campos, ha provisto de agua a nuestros hogares y ha sido fuente de inspiración para artistas y escritores. Sin embargo, en tiempos modernos, enfrenta desafíos significativos debido a la contaminación y la sobreexplotación.



¿Sabias que?

El viaje del río Bogotá recorre tres cuencas y 46 municipios de Cundinamarca, cada tramo narra una historia distinta. En sus primeras aguas, que serpentean entre Villapinzón y el Puente de la Virgen de Cota, se encuentran tesoros de transparencia, donde la vida silvestre danza en armonía con la flora regional.

Sin embargo, el paisaje cambia drásticamente en la segunda etapa, entre Cota y el Embalse de Muña, donde el río enfrenta un embate de contaminación. Los asentamientos humanos y afluentes como los ríos Salitre, Fucha y Tunjuelo tiñen las aguas con una carga pesada de desechos orgánicos e industriales, corrompiendo su esencia. Y así, con el peso de millones de personas y sus demandas, nuestro río carga su destino hasta su desembocadura en Girardot, donde se rinde al abrazo del Magdalena.

Pero la tragedia no se limita al río. Las laderas cuentan su propio relato de desolación, testigos mudos de la desaparición de vegetación y flora, víctimas del descuido y maltrato que se le inflige a este cuerpo de agua. A pesar de los pesares, la influencia del río Bogotá se mantiene, firme y constante. Aunque no navegable, su ribera bulle con una actividad económica vital, contribuyendo en más del 30% al PIB nacional según la Secretaría de Gobierno, siendo un recordatorio de la resiliencia y potencial que yace en sus aguas.

Según el portal entre-ríos, el río Bogotá es uno de los más contaminados de Colombia. De sus 380 kilómetros, apenas los primeros 11 tienen buena calidad de agua. Luego empieza a recibir químicos de la agroindustria, derivados de la industria lechera, desechos de curtiembres, canteras, y aguas negras.

Por eso, es fundamental que nos unamos en un esfuerzo conjunto para proteger y revitalizar el río Bogotá. Cuidarlo no solo es una responsabilidad, sino también una oportunidad para garantizar un futuro sostenible para las generaciones futuras. Con cada acción que tomamos para preservar este recurso invaluable, estamos invirtiendo en el bienestar de nuestro medio ambiente, nuestra salud y nuestro legado cultural.


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